divendres, 2 d’octubre del 2015

Ucrania 2015


Ucrania, el imperio de los sentidos!





Tras el sangriento levantamiento en la plaza Maidan, en el centro de Kiev, y los conflictos armados que se producen al este del país, Ucrania no es el destino que elijan la mayoría de turistas. Yo me desplacé hasta allí con el objetivo de visitar a unos amigos que trabajan para la Naciones Unidas.




Había estado en Kiev en el año 1992, una época muy dura tras la caída de la Unión Soviética, y no guardaba muy buenos recuerdos. No esperaba gran cosa, y quizá por ello el viaje ha sido toda una sorpresa. Ucrania es un país que impacta desde el primer momento y visitarlo ha sido una experiencia de lo más agradable.






Casi nada delata que el país se encuentra en estado de guerra en los territorios que limitan con Rusia. La vida en la capital, así como en el resto de provincias no afectadas directamente por el conflicto, sigue su curso como en cualquier otro lugar de Europa. La gente trabaja, sale a cenar, a tomar unos cócteles, a bailar, va a la ópera.



Y eso mismo hice yo como turista, aprovechándome de unos precios irrisorios, que me han permitido deleitarme en los mejores restaurantes de la ciudad, probando una cocina extraordinariamente deliciosa y unos pasteles que tardaré en olvidar. Salimos de compras, a bailar y hasta fuimos a la ópera a ver Carmen de Bisset, por supuesto en platea, por la módica cantidad de 12 euros por persona.






 Uno se siente rico en Ucrania y no puede evitar disfrutar al máximo de esa sofisticada sociedad a la que tanto gusta el lujo y el buen gusto. Los bares y restaurantes temáticos son toda una atracción. Al placer de comer se le une el de encontrarse en un lugar delicadamente decorado que te transporta a un campo de batalla, a un cuento de hadas, a la caverna del fantasma de la ópera, a una fábrica de café, un castillo del terror o al reino del sado, con una cocina perversa y cócteles afrodisíacos…










Evidentemente, también hay muchos monumentos, algunos de ellos declarados Patrimonio de la Humanidad, por la UNESCO. En Kiev, por ejemplo, no puede dejar de visitarse la Catedral de Santa Sofia, del S. XVIII, el Monasterio de San Miguel, en donde vale la pena escuchar una misa cantada, o el Kiewo Petxerska Labra, otro monasterio ortodoxo monumental, parcialmente destruido por los soviéticos y levantado de nuevo tras la independencia. En él se encuentra el Museo de los Tesoros Nacionales, que es una visita obligada.











La enorme estatua plateada “Mother of the Fatherland”, al lado del Museo de Historia de Ucrania en la 2ª Guerra Mundial, o el Museo de las Víctimas de la Gran Hambruna, provocada por los soviéticos, son otras de las atracciones de la ciudad. Así como un tranquilo paseo en barco por el río Dnieper, pasando por delante de las playas en donde se bañan los locales en los calurosos días del verano.





A las afueras de la ciudad se encuentra el bellísimo enclave de Pirogovo, un inmenso parque temático con las construcciones tradicionales de todas las regiones del país. Casas, molinos de viento, escuelas e iglesias de madera. 














A unas 5 horas de tren, en dirección a la vecina Polonia, se encuentra Lviv, una ciudad impresionante que algunos comparan con Praga. Un remanso de paz, tranquilo, en dónde apetece perderse por sus calles adoquinadas, disfrutando de bellos edificios de color pastel y un sinfín de bellísimas iglesias ricamente decoradas. 






La fábrica de chocolates de Lviv, la Torre de la Pólvora y el museu de la armas, la Catedral Armenia, el edificio de la Universidad, o el Palacio de Potocki, son algunas de las visitas recomendables durante el día. El restaurante de la Resistencia, o el bar Maso, sobretodo para aquellos a los que gusta ser azotados, es una buena recomendación para la noche…






Sea lo que sea lo que uno busca en un viaje, seguro que lo encuentra en Ucrania. Una gente simpática y agradable que, ahora ya sí, hablan inglés, un sinfín de monumentos, parques y lugares en donde relajarse. Y además, una comida excelente y sabrosa, que deja un buen gusto en la boca y muchas ganas de volver.





 Street Food Festival