Y Dios creó Samoa
Después de visitar las islas Cook, creía que
había llegado al cielo. Ahora, en Samoa, me doy cuenta que solo me encontraba
en la antesala. Por algo el lema de este país reza “Samoa is founded on God”, o
sea, Samoa se fundó en Dios. Y enormes grafitis recuerdan, por si queda alguna
duda, que Jesucristo es el Rey de Samoa.
Uno podría darse cuenta de ello por las mil y
una iglesias que alberga este diminuto país de 180.000 habitantes. Es imposible
no verlas, pues pareciera que las diferentes comunidades compitieran para ver
quien levanta el edificio más grande, o el más pintoresco.
Los fanáticos misioneros europeos lo tuvieron
fácil en Samoa. Las antiguas leyendas creacionistas, muy similares a las
cristianas, y la profecía de Nafanua, de que una nueva religión arraigaría en
las islas, prepararon a los samoanos
para aceptar el mensaje de los nuevos predicadores cristianos, que
llegaron a principios del S. XIX.
Hoy en día el domingo es sagrado. Todo se
detiene. No funcionan ni los autobuses. Cierran todos los comercios, y la única
actividad que realizan los isleños consiste en acudir a la iglesia, por la
mañana y por la tarde.
Así mismo lo hice yo. Al acabar la misa, el
pastor me invitó a comer en su casa. Su mujer y su hija nos sirvieron
deliciosos manjares: langosta, pescado, hojas de taro con crema de coco, etc…
Y para el resto de días de la semana no hay
que olvidar que de 6 a
7 de la tarde no se puede caminar por las aldeas. Hay un toque de queda con
motivo de la oración de la tarde. Unas campanadas se encargan de recordarlo.
El Jardín del Edén
Una de las primeras cosas que llama la
atención del visitante son los “fales”, unas construcciones ovaladas en madera,
cubiertas y sin paredes, que dejan pasar el aire. Todas las casas disponen de
uno y es el lugar en donde pasan más tiempo los isleños, protegidos del calor y
de la lluvia. Es el lugar en donde se hace la siesta, y en donde se reúnen
familiares y amigos para charlar y pasar el rato, o incluso para discutir de
asuntos importantes.
El pescado es abundante y fácil de conseguir.
Los cerdos y las gallinas corren libres por todas partes. El taro, un tubérculo
parecido a la patata crece por doquier, así como la tapioca y una diversidad de
verduras. Y los cocos, los mangos, las bananas, las piñas y las papayas forman
parte de la decoración de cada casa. Es lo más cercano al paraíso que uno puede
imaginar. Con las necesidades básicas tan cubiertas, la vida en las islas no
puede ser más relajada.
Las mujeres pasean tranquilas con sus
pequeños, con un paraguas que igual las protege del sol que de la lluvia. Los
niños juegan y nadan en la playa, o en la infinidad de pequeñas piscinas
construidas con la lava de los volcanes que abundan en la isla. Los hombres descansan
tumbados en los fales y los jóvenes juegan a rugby, a cricket, o salen a remar.
Y si es cierto que el hombre fue creado a imagen y semejanza del creador, Dios
debe ser el Ser más guapo y sexy del universo.
En Samoa uno encuentra un pueblo orgulloso,
satisfecho, que ha sabido preservar su cultura y su estilo de vida. Fue la
primera isla del Pacífico en conseguir la independencia, el 1 de enero de 1962.
Y su sistema político se basa en el poder de los “Matai”, los jefes tribales.
Existen unos 18.000, y ellos mismos resuelven los problemas que se dan en las
362 aldeas, y deciden que castigo han de recibir aquellos que infringen alguna
norma.
Mi segunda misa en Samoa me permitió conocer
uno de estos “Matais”, que tras la ceremonia dominical, me invitó a comer en su
casa con su familia. El fue quien mejor me explicó el poder de estos jefes
locales, perfectamente incorporado al sistema político y jurídico del país.
Como podrás ver, me dijo, no hay policías en ningún lugar, salvo en Apia, la
capital. Son los habitantes de cada villa los encargados de la seguridad.
El país lo forman dos grandes islas, Savaii y
Upolu, así como ocho islitas más pequeñas. En Upolu se encuentra la capital,
Apia, el único lugar que podría considerarse una ciudad.
Mi estancia en Apia coincidió con el Festival
Teuila 2013, una de las celebraciones más importantes del país. El Festival
empezó con una competición de coros de las diferentes iglesias, como no podía
ser de otra manera… El Honorable Diputado Primer Ministro Fonotoe Nuafesili
Pierre Lauofo se encargó de inaugurarlo oficialmente al día siguiente, dando
paso a un sinfín de actos: danzas y cantos, juegos tradicionales,
demostraciones del samoano arte del tatuaje, etc.
Adiós y “Fa’efetai” gracias, es lo mínimo que
uno puede decir al dejar este maravilloso país y esa gente tan amable y
simpática. La sonrisa de los samoanos es una de las características que se
resaltan en todos los prospectos turísticos. Aunque cuidado, nada es siempre lo
que parece…!
Muchos lugares a visitar
"Fale", alojamiento en la playa
Mientras acababa de cenar, esperando el
momento de embarcar en el avión que tenía que llevarme de regreso a Fiji, se me
acercaron un grupo de misioneras de la Iglesia Coreana Presbiteriana, asentadas
en Australia. Habían venido a Samoa a evangelizar, y no quisieron perder la
oportunidad. Se sentaron a mi lado y no pararon hasta que consiguieron que
rezase con ellas. En su ímpetu por convertirme no se dieron cuenta que todo el
mundo había subido ya al avión. Un auxiliar de vuelo tuvo que venir a
interrumpirnos y pedirnos que embarcáramos de una vez. Dios puede esperar, el
capitán no!