dimarts, 30 de juliol del 2013

ISLAS COOK

La Tierra de los Maorís


Entre la Polinesia Francesa y las Islas Fidji se encuentran las Islas Cook, un conjunto de 15 islas esparcidas en dos millones de km2 de océano, habitadas por unas 15.000 personas. Originariamente formaban parte del archipiélago de las Australes, hasta que Francia y Gran Bretaña decidieron repartírselas. Por eso en las Cook, además de la lengua original, muy parecida a la de la Polinesia Francesa, se habla inglés y se conduce por la izquierda.





Se encuentran bastante más al sur de Tahití, por lo que el clima aquí es más fresco en invierno. Pero se vive al mismo ritmo y con la misma tranquilidad que en las otras islas que había visitado. Aunque como buen país anglosajón, los misioneros hicieron aquí un "buen trabajo", estableciendo un riguroso control que todavía  hoy marca la vida de todos sus ciudadanos. Eso sí, hay montones de iglesias diferentes.










Rarotonoga, la isla principal, acoge a la mayoría de la población, unas 10.000 personas. Casi todo el mundo vive cerca del mar, en una zona muy fértil en donde se plantan una gran variedad de verduras y frutas. El centro de la isla es montañoso y cubierto por una densa vegetación que lo hace bastante inaccesible. Una carretera que resigue las costa rodea toda la isla. Unos 60 km que se pueden hacer fácil y cómodamente en bicicleta. Yo me pasé todo un día pedaleando y parando aquí y allá, disfrutando de todos sus encantos.



















Paraíso Kiwi


Las islas Cook se encuentran a cuatro horas de vuelo de Auckland, la principal ciudad de Nueva Zelanda, en la isla norte. Por eso es un destino muy apetecible, sobre todo en esta época, en que ha llegado el invierno al hemisferio sur, y el frío aprieta. El “Rarotonga Backpackers” en  que me hospedaba estaba ocupado, literalmente, por un grupo de profesores maorís, que venían a Rarotonga en busca de su pasado. Y es que de aquí salieron las 7 barcas que llegaron al país de los kiwis y colonizaron las dos mayores islas del Pacífico.





La presencia de este grupo tan entrañable marcó completamente mi visita a esta isla. Desde el primer día decidieron adoptarme como uno más del grupo, y con ellos cené, compartí barbacoas, espectáculo nocturno de danzas tradicionales, y hasta visité una escuela y el antiguo palacio del Ariki, el jefe tribal. Este está cerrado al público, pero conocían al heredero, que se encarga de mantener la casa mientras no se decide quien debería ser el nuevo rey…






Aitutaki



Todo el mundo dice por aquí que no se ha estado en las islas Cook si no se ha visitado la isla de Aitutaki. Por si acaso tenían razón, tomé un bimotor y volé 50 minutos al norte en busca de la joya de la corona. Una isla pequeñita, pero rodeada de un increíble lago de aguas turquesas, que la hace bellísima.




 Protestas contra los vuelos en domingo


En unas horas le di la vuelta en bicicleta a toda la isla. Un paseo maravilloso e inolvidable, casi siempre al lado del mar, por una costa llena de árboles y cocoteros, que a penas dejan ver las pocas viviendas que hay. Sólo viven unas 1.500 personas, esparcidas en casitas de madera, rodeadas de campos de taro y tapioca, casi todas en una parte de la isla. La otra está cubierta por un denso bosque por el que uno pedalea sin encontrarse con nadie. Bueno, en medio de ese bosque encontré una familia muy agradable que me abrieron un par de cocos para que no me deshidratara.




Y al lado del mar encontré un grupo de jóvenes que se hacían con la materia prima que necesitan para hacerse los trajes tradicionales. Un festival parecido al del Heiva de Tahití, se celebraba en las islas Cook unas dos semanas después, y todo el mundo se preparaba ya para la ocasión.










Una excursión en catamarán por el lago, un par de inmersiones para ver montones de peces de colores, morenas, almejas gigantes y hasta algunos ejemplares espectaculares de Trevally, y una super comida, en uno de los islotes que rodean la isla principal, puso la guinda a una excursión fantástica, absolutamente recomendable.