La Tierra de los Maorís
Entre la Polinesia Francesa y las Islas Fidji
se encuentran las Islas Cook, un conjunto de 15 islas esparcidas en dos
millones de km2 de océano, habitadas por unas 15.000 personas. Originariamente
formaban parte del archipiélago de las Australes, hasta que Francia y Gran
Bretaña decidieron repartírselas. Por eso en las Cook, además de la lengua
original, muy parecida a la de la Polinesia Francesa, se habla inglés y se
conduce por la izquierda.
Se encuentran bastante más al sur de Tahití,
por lo que el clima aquí es más fresco en invierno. Pero se vive al mismo ritmo
y con la misma tranquilidad que en las otras islas que había visitado. Aunque como buen país anglosajón, los misioneros hicieron aquí un "buen trabajo", estableciendo un riguroso control que todavía hoy marca la vida de todos sus ciudadanos. Eso sí, hay montones de iglesias diferentes.
Rarotonoga, la isla principal, acoge a la
mayoría de la población, unas 10.000 personas. Casi todo el mundo vive cerca
del mar, en una zona muy fértil en donde se plantan una gran variedad de
verduras y frutas. El centro de la isla es montañoso y cubierto por una densa
vegetación que lo hace bastante inaccesible. Una carretera que resigue las
costa rodea toda la isla. Unos 60
km que se pueden hacer fácil y cómodamente en bicicleta.
Yo me pasé todo un día pedaleando y parando aquí y allá, disfrutando de todos
sus encantos.
Paraíso Kiwi
Las islas Cook se encuentran a cuatro horas de
vuelo de Auckland, la principal ciudad de Nueva Zelanda, en la isla norte. Por
eso es un destino muy apetecible, sobre todo en esta época, en que ha llegado
el invierno al hemisferio sur, y el frío aprieta. El “Rarotonga Backpackers” en que me hospedaba estaba ocupado,
literalmente, por un grupo de profesores maorís, que venían a Rarotonga en
busca de su pasado. Y es que de aquí salieron las 7 barcas que llegaron al país
de los kiwis y colonizaron las dos mayores islas del Pacífico.
La presencia de este grupo tan entrañable marcó
completamente mi visita a esta isla. Desde el primer día decidieron adoptarme
como uno más del grupo, y con ellos cené, compartí barbacoas, espectáculo
nocturno de danzas tradicionales, y hasta visité una escuela y el antiguo
palacio del Ariki, el jefe tribal. Este está cerrado al público, pero conocían
al heredero, que se encarga de mantener la casa mientras no se decide quien
debería ser el nuevo rey…
Aitutaki
Todo el mundo dice por aquí que no se ha
estado en las islas Cook si no se ha visitado la isla de Aitutaki. Por si acaso
tenían razón, tomé un bimotor y volé 50 minutos al norte en busca de la joya de
la corona. Una isla pequeñita, pero rodeada de un increíble lago de aguas
turquesas, que la hace bellísima.
Protestas contra los vuelos en domingo
En unas horas le di la vuelta en bicicleta a
toda la isla. Un paseo maravilloso e inolvidable, casi siempre al lado del mar,
por una costa llena de árboles y cocoteros, que a penas dejan ver las pocas
viviendas que hay. Sólo viven unas 1.500 personas, esparcidas en casitas de
madera, rodeadas de campos de taro y tapioca, casi todas en una parte de la
isla. La otra está cubierta por un denso bosque por el que uno pedalea sin
encontrarse con nadie. Bueno, en medio de ese bosque encontré una familia muy
agradable que me abrieron un par de cocos para que no me deshidratara.
Y al lado del mar encontré un grupo de jóvenes
que se hacían con la materia prima que necesitan para hacerse los trajes
tradicionales. Un festival parecido al del Heiva de Tahití, se celebraba en las
islas Cook unas dos semanas después, y todo el mundo se preparaba ya para la
ocasión.
Una excursión en catamarán por el lago, un par
de inmersiones para ver montones de peces de colores, morenas, almejas gigantes
y hasta algunos ejemplares espectaculares de Trevally, y una super comida, en
uno de los islotes que rodean la isla principal, puso la guinda a una excursión
fantástica, absolutamente recomendable.