Aprovechando la escala en Sao Paulo de mi
vuelo a Santiago de Chile, decido quedarme algo más de dos semanas, para poder
tener una pequeña idea de lo que se esconde en este país, una potencia
emergente, según dicen.
Sao Paulo
Enero y febrero pueden no ser los mejores meses para
visitar los estados de Sao Paulo y Rio de Janeiro. Llueve muchísimo y en la
costa, los mosquitos lo devoran a uno a
todas horas. En mayo se acaban las lluvias y para finales de abril ya no quedan
“pernilongos” como también los llaman aquí. Desaparecen ante la llegada del
invierno, nuestro verano, y no volverán hasta pasada la primavera.
Vista desde el edificio Banespa |
Las referencias que tenía de Sao Paulo, la
metrópolis económica y el corazón de Brasil, no eran muy alagüeñas. Una ciudad
gris, fea y bulliciosa por la que, parecía, era mejor pasar de puntillas. Sin
embargo, uno descubre enseguida que es una ciudad que esconde infinidad de
rincones preciosos. Además, destaca por su densa oferta cultural, con museos
muy interesantes, como la Pinacoteca, y teatros y conciertos a unos precios
reducidísimos para facilitar el acceso de todos a la cultura. (Lo mismito que
España…)
En lo alto de una loma transcurre una de las
principales avenidas de la ciudad, la Av. Paulista, flanqueada por grandes
edificios de oficinas y bancos. A ambos lados, y a medida que desciende la
ladera, bellas casas tradicionales, a menudo de alegres colores, van
transformando el paisaje urbano y haciéndolo mucho más acogedor. La cercana
zona de Jardims, por ejemplo, esconde un sinfín de buenísimos restaurantes y acogedores
cafés. Como la animadísima y vecina Vila Madalena.
Parque Trianon, en Av. Paulista
Mercado Central
Museo Afro Brasil
Parque Ibirapuera
Pinacoteca
"Prazer", obra de teatro en el CCBB
(Centro Cultural del Banco de Brasil)
Un poco más allá, el centro de la ciudad,
acoge una infinidad de edificios interesantísimos, como el barroco Teatro
Municipal, el Pateo do Collegio, el lugar exacto en donde los jesuitas fundaron
Sao Paulo en 1554, el Solar da Marquesa, residencia de la amante del emperador
Dom Pedro I, cuya historia supera cualquier telenovela, o el Edificio Copán,
del famoso Oscar Niemeyer.
Pateo do Collegio
Monumento a "Mae Preta" (Madre Negra)
"Amamanta un niño blanco mientras
los suyos pasan hambre"
Edificio Banespa
Al norte de Sao Paulo, camino de Rio, existen
una sucesión de bellísimas playas, como la de Ubatuba. Yo pasé tres noches al
lado de la de Guaera, en el municipio de Sao Sebastiao, visitando al amigo de
unos amigos. Con el recorrí centenares de quilómetros de playas. Solo Sao
Sebastiao ya cuenta con 146 quilómetros de playa y Ubatuba, 135. Luego nos
adentramos en el Parque Nacional do Serra de Mar, ascendiendo por unas montañas
tan altas como bellas, cubiertas de un espeso manto de vegetación tropical, que
a penas deja ver la espesa niebla que se concentra en los puntos más altos.
Pero este maravilloso paseo no fue gratuito. A
cambio tuve que cargar decenas de plantas, de una gran variedad de especies, y
ayudar a plantarlas en el Templo de Novagokula, en donde vive una comunidad
Hare Krishna. Obviamente, aproveché para visitar el templo y degustar unas
deliciosas galletas y un té de Hierba Sidrera sabrosísimo. Después, la falta de
pericia de Guillermo le llevó a embarrancar el camión en el barro, y unos
cuantos devotos vieron como cambiaba el color de sus blancas túnicas mientras
nos ayudaban a salir del barrizal, y se enfangaban hasta las cejas.
Rio es Copacabana, Ipanema, el Cristo de
Corcovado, Pao de Açucar y, como no, Carnaval, uno de los más famosos del
mundo, si no el que más. No hay nada
como visitar esta bellísima ciudad de la costa en estas fechas para entender el
carácter de los cariocas, que se vuelcan en cuerpo y alma a la mayor de sus
fiestas. Una energía arrolladora que no cesa, día y noche. Una auténtica locura
que queda grabada para siempre en la memoria.
Pao de Açucar desde el Cristo de Corcovado
Sambódromo
Pero es mucho más, y uno necesita tiempo para
conocer a fondo esta interesante ciudad, y recorrer uno a uno los diferentes
barrios que tanto la caracterizan. Como el histórico centro, de la que fuera la
antigua capital de Brasil, cuando el rey de Portugal decidió trasladar toda su
corte a su colonia más preciada. Algo inédito. O el popular barrio de Lapa, con
sus restaurantes y bares musicales, las empinadas calles de Santa Teresa,
Gloria, o la bellísima playa de Flamengo o Botafogo. Y como no, el
extraordinario Jardín Botánico, pegado al Parque Nacional de Tijuca.
Playa de Flamengo
Mención a parte merecen las favelas. Hoy en
día es posible apuntarse a un tour para conocer de cerca la realidad de una de
ellas, Rocinha, la mayor del Brasil. Río
tiene fama de insegura y violenta, y es cierto que hay que vigilar y ser
discreto, todo el mundo te lo recuerda, pero la verdad es que eludiendo ciertas
zonas solitarias por la noche uno no percibe peligro alguno. Al contrario. Los
cariocas son gente amable y simpática, siempre dispuestos a echarte una mano si
te ven desorientado.