dissabte, 28 d’agost del 2010

Asia 2010 : Laos (6)


Retorno a Luang Prabang

Puesto fronterizo entre Tailandia y Laos, en el río Mekong

Estaba tan cerca de la frontera con Laos que no pude resistirme a volver a este maravilloso país. Deseaba cruzar las selvas del oeste y regresar a Luang Prabang, una de las ciudades más bonitas que he visitado. En sólo tres horas me planté en el extremo tailandés del río Mekong. Unos 10 minutos de bote y ya estaba en Laos.







He recorrido de nuevo sus calles, he paseado a la vera del río, he visto a los monjes caminar con sus paraguas abiertos, protegiéndose del sol, y he pasado muchos ratos en Joma, mi café preferido, degustando un sabroso desayuno, un delicioso chocolate o alguno de sus apetitosos pasteles.


Han sido cinco días de relax. No quería hacer nada, a parte de encontrarme con los amigos que había conocido la otra vez y tomar algo en alguno de los chiringuitos en donde se reúnen los jóvenes de la zona.


Eso sí, cada día, religiosamente, me he presentado en el monasterio de Xieng Thong, Patrimonio de la UNESCO y uno de los más famosos de Luang Prabang. Allí vive Phiu, un monje que conocí en junio y que ha aprendido castellano de manera autodidacta, sin profesor alguno. Me pidió que le ayudase con la pronunciación, y cada día hemos pasado un par de horas juntos conversando y tratando de conseguir que pronunciase bien las “erres” o la “ll”, entre otras cosas.















Saboreando un delicioso chocolate con hielo en mi café favorito conocí a Vong Xiong, un estudiante universitario de la etnia Hmong. Poco después ya estaba en su casa, en una pequeña localidad cercana a Luang Prabang. Insistió en llevarme y no lo dudé.

Instrumento Hmong para despedir a los que fallecen
Arma de destrucción masiva, como las de Irak












Los primos con los que vive

Como todos los Hmong que he conocido, es una persona encantadora, sencilla, optimista y alegre. Me explicó que a los 8 años dejó a su familia y la aldea en donde viven en medio de las montañas, para poder estudiar. Se hospeda en una pequeña cabaña de madera al lado de la casa de sus primos, rodeada de tamarindos y mangos. Comparten el baño y el quehacer diario de gallinas y patos.

Las patas de las dos camas y las de la mesita, el único mobiliario fijo, descansan en unos pequeños recipientes llenos de agua. Es la manera de evitar que asciendan las hormigas. Los mosquitos tienen acceso libre por las mil y una rendijas, y también las avispas. Sentados cómodamente en unas sillitas de plástico, una de ellas decidió clavar su aguijón en mi oreja derecha, haciendo volar por los aires la paz en que vivía, por poco tiempo, eso sí.


Su tía cosía en el patio unos pequeños recuerdos de Luang Prabang que luego su hija vendía en el mercado nocturno de la ciudad. Por allí paseamos más tarde, para saludarla y disfrutar contemplando las telas y artesanías que atraen a tantos turistas.



 FULL MOON


Esta vez coincidí con la fiesta de la Luna Llena. Todos los meses, durante esta fecha, que es muy importante para los budistas, todos los monjes del país se rasuran la cabeza y las cejas. Al día siguiente se reúnen en uno de los templos de la ciudad para celebrarlo juntos. Yo emprendía viaje de regreso a Tailandia.



También hay que "rasurar" el césped

El viaje de ida lo hice en autobús, 15 horas, pero el de vuelta quise hacerlo por río, remontando el Mekong. Son dos días de trayecto, pasando la noche en un lugar en medio de la jungla llamado Pakbeng. El barco se detiene al lado de muchas aldeas a las que sólo se puede llegar por el río y en donde deja o recoge pasajeros. Una buena oportunidad para conocer gente del país y contemplar un paisaje exultante.


Pakbeng


Bye bye Laos

Zapatera local arreglando mi sandalia
Comida barata en el mercado local

Bichos locales


Laotianos

El Mekong

6 de la mañana, ofreciendo comida a los monjes en Luang Prabang

dimarts, 24 d’agost del 2010

Asia 2010 : Tailandia (4)



Chiang Rai

                                                   Foto: Kositpipat

Había pensado pasar una noche en Pai y otra en Chang Mai, antes de emprender camino hacia Chang Rai. Pero al final las combinaciones de autobuses fueron tan buenas que hice el trayecto de una tirada, en unas nueve horas. Nada más llegar dejé el equipaje en el primer hotel que encontré y salí a pasear. Y allí, en pleno centro, encontré otra vez a Ignasi y Mercè. Querían alquilar un coche para visitar los alrededores y me invitaron a acompañarles. El encuentro no podía haber sido más oportuno. Cenamos juntos en el mercado nocturno de Chiang Rai, con música tradicional en vivo, y nos despedimos hasta la mañana siguiente.













Chiang Rai es otro destino que da mucho de si. Hay un montón de lugares interesantes que visitar, entre ellos Wat Rongkhun, más conocido como el Templo Blanco, una construcción del artista tailandés Ajarn Chalermchai Kositpipat. Aparte de su color y su estructura, que lo hacen muy diferente de otros templos budistas, lo que más llama la atención son las pinturas de su interior.


La pared de la entrada muestra el diablo, el mal contra el que Buda lucha antes de llegar al Nirvana. Pero el artista lo ha representado con imágenes actuales, como la cara de George Bush i Bin Laden, en los ojos de un dragón, un mundo lleno de armas, Alien, o las torres gemelas ardiendo y rodeadas de una manguera de la que cae petróleo sobre bocas sedientas. También aparecen personajes de ficción como Superman, Spiderman o el mismo Keanu Reaves, simbolizando los falsos héroes que nunca aparecen para evitar todos esos males y salvar el mundo.


Más al norte, junto a la frontera con Myanmar, pueden visitarse, entre otras cosas, algunas aldeas chinas. Allí llegaron los chinos que huyendo de la revolución maoísta, se refugiaron en Birmania y luego fueron expulsados a Tailandia. Todavía hablan en chino y hasta prefieren la comida china a la tailandesa.


En esta misma zona, famosa en el pasado por el tráfico de opio, se encuentra también la residencia de estilo suizo que se hizo construir la madre del actual rey de Tailandia. Un auténtico palacio con un interior de madera muy acogedor y grandes ventanales, desde los que se ve la densa jungla que separa este país de la vecina Myanmar.

Finalmente, una visita obligada es el famoso Triángulo de Oro, en donde confluyen, separados por el río Mekong, Tailandia, Myanmar y Laos. Nosotros llegamos ya de noche, después de perdernos por carreteras en obras con señalizaciones en tailandés que, obviamente, no podíamos entender… Fue un día intenso y muy bien aprovechado.


La Mercè i l'Ignaci