dissabte, 24 d’abril del 2010

Asia 2010 : Vietnam (1)



Vietnam
Delta del Mekong


Mi entrada en Vietnam no podía ser más espectacular. Llegué navegando a través del Bassac, uno de los afluentes del Mekong, a bordo de una pequeña embarcación de madera justo cuando se empezaba a poner el sol. El verdor de las orillas dejó pasó a los rojizos del atardecer, y con la caída de la noche tocamos tierra en Chau Doc, en pleno Delta del Mekong.



Por la mañana me esperaban un montón de sorpresas, el mercado y las casas flotantes, la minoría Cham, infinitos campos de arroz, templos y pagodas espectaculares, un pescado excelente...

En moto por el Mekong...

Mercado flotante de Chau Doc
Casas flotantes con piscifactoria...
Minoría Cham, de religión musulmana
De Chau Doc viajé hasta Vinh Long. Pasé una noche en una isla del delta, conviviendo con una familia del lugar y prové por primera vez el Oreja de Elefante, un pez nada agraciado, pero delicioso... Finalmente paseé en barca por las islas y  los canales de My Tho, un lugar que me habían dicho que era muy turístico, aunque caminando por sus calles no encontré ni un solo turista. Quería llegar en barco hasta Ho Chi Minh, también me habían comentado que era posible, pero no hubo manera de localizar el barquito dichoso. 



dijous, 15 d’abril del 2010

Asia 2010 : Camboya (5)

Tres islas, dos continentes



Uno de los atractivos de Sihanouk Ville es la excursión a las tres islas que todos los hoteles y tour operators ofrecen por 15 dólares, con desayuno y comida incluidos. Yo lo contraté en mi hotel, en la playa de Ostres, alejadas unos kilómetros del centro. Una moto vino a buscarme y me llevó hasta la playa en donde me esperaba una barcaza. Iba a compartir viaje con cuatro chinos y cinco indios, representantes de las dos grandes potencias asíaticas, y cuatro alemanes y dos inglesas, las dos grandes potencias europeas. Yo era el único español, el representante de una república bananera que basó su crecimiento en la especulación sin límites y que ahora no pinta casi nada en el universo económico.



Nada más llegar a la primera isla y saltar al agua con gafas y tubo de submarinista aficionado, veo a uno de los chinos arrancando coral desesperadamente. Intento explicarle que no debe hacerlo. Pone cara de no entender y pasa de mí. Sigue los patrones de su país. China ha devastado las selvas de Camboya y Myanmar, la antigua Birmania, a cambio de ayuda económica. Como me explicaba un sacerote italiano que lleva 15 años en este país, es un cáncer que destruye todo lo que toca. El negocio es lo primero y el medio ambiente no tiene la más mínima importancia.


Los indios son los únicos que saludan y hablan a todo el mundo. Son joviales, alegres y se les ve muy seguros de si mismos. Son emprendedores natos y están contentísimos porque ven en Camboya un país con inmensas posibilidades para invertir. “Apenas hay normas, la tierra es muy barata y todo está por hacer”, dicen.

dimecres, 14 d’abril del 2010

Asia 2010 : Camboya (4)



Battambang



Battambang es una apacible ciudad que todavía conserva algunos de los bellísimos edificios de la época colonial francesa. El mercado, un ejemplo de Art Deco, está siempre lleno de gente, comprando, vendiendo o comiendo. Y en el parque que hay al otro lado del río se reúnen centenares de personas todas las tardes para, aprovechando la brisa, bailar al estilo coreano, como dicen ellos. Diferentes grupos, con sus aparatos de música, atraen la atención de un numeroso público. Quien quiere puede unirse e intentar seguir los pasos.

Otra de las atracciones de Battambang es el popular tren de bambú. Es un invento para poderse trasladar a gran velocidad aprovechando la vía del tren. Se trata de unas plataformas de madera y bambú que se desplazan gracias a un motor. Se montan y se desmontan en un momento, así, si viene el tren, hay tiempo de sobras de desmontarlas y ponerse a un lado. En el ir y venir también es bastante frecuente encontrarse de cara con otras “plataformas”. Aquella que va más llena tiene prioridad, y la más vacía tiene que parar, desmontar y dejar pasar.





Los tres días que pasé en Battambang fueron muy intensos. Asistí a la ceremonia de celebración de los 130 años de la Iglesia de Ta Om, un lugar perdido, al que llegamos después de dos horas dando saltos por un camino sin asfaltar lleno de baches. Allí conocí al Nuncio de Roma en la región del Sudeste Asiático, que había sido invitado a tan importante acto. Y dos días después asistía a otra ceremonia para celebrar la última cosecha y pedir por la próxima, que ya va atrasada por la falta de lluvias.

Vistiendo al Nuncio


En Camboya, como en otros países asiáticos, el arroz es el alimento fundamental, que no falta en ninguna comida. Tal es así, que el verbo comer en khmer se traduce literalmente por “comer arroz”. Es más, el equivalente en camboyano a nuestro ¿cómo estás? es ¿Ya comió arroz? Aunque aquí no se conforman con una pregunta y es habitual que también añadan ¿ya se duchó? Y es que los camboyanos se duchan a todas horas.

Conducción temeraria

Sólo el carácter pacífico de los camboyanos puede explicar que conducir en Camboya no sea una actividad altamente estresante. Las carreteras están llenas de bicicletas, motos, carros arrastrados por pequeños ponis o escuálidas vacas, tractores, que también se utilizan para transportar personas, hasta 40, que se sostienen de pie unas a otras, y claro, autobuses, camiones y coches, la mayoría 4x4 y Pic Ups. El más grande se impone al más pequeño. Con el claxon se abren paso y exigen su derecho.

Los accidentes de tráfico están a la orden del día. La mayoría de los conductores no tienen carné de conducir. Todavía no es obligatorio. No existen normas de tráfico y cuando la policía se dispone a poner multas lo hace de forma totalmente arbitraria. Las multas se pagan directamente a los agentes, lo que favorece la corrupción. Lo mejor en este país es pagar y no discutir. No hay manera ni estamento en el que poner una queja.

Hasta que no oscurece del todo nadie enciende las luces. “Están acostumbrados a moverse sin luz y no las necesitan”, me explica Hernán. Pero aún de noche hay quien se atreve a circular sin luz o alguna prende fluorescente que advierta de su presencia. Bicicletas y motos no son visibles hasta que las tenemos encima. Y se incorporan de golpe a la vía sin aviso, sin intermitentes y hasta sin luces. Los únicos que gozan de algún privilegio son los tractores y los vehículos de tracción animal. Todo el mundo sabe que no pueden frenar de golpe, así que hay que darles preferencia. Algunos llevan colgados en la parte de atrás unos CD, esperando que el reflejo de las luces advierta de su presencia. Finalmente, uno siempre corre el peligro de atropellar una vaca. Solo la pericia de estos conductores indocumentados evita que sean muchas las que queden debajo de sus ruedas.

La fiesta de fin de año

Aunque se nos estropeó la Pic Up por el camino y tuvimos que parar varias veces para enfriar el motor, llegamos a tiempo para organizar la fiesta de despedida de los alumnos, que al día siguiente se marchaban con sus familias para celebrar el Año Nuevo Camboyano.

 

 

Crónica desde Phnom Penh


Estridentes luces de neón desean “Happy New Year” en las fachadas de hoteles y otros establecimientos de la ciudad. Camboya se prepara para celebrar la llegada de un nuevo año, el 2554, aunque la mayoría de los camboyanos no sabrían dar la fecha exacta, pues en su día a día se rigen por el calendario internacional.

Las celebraciones del año nuevo camboyano duran tres días, el 14, el 15 y el 16 de abril. Todo el mundo está de fiesta y bancos, fábricas y hasta algunos hoteles y restaurantes cierran sus puertas. Los más afortunados empiezan sus vacaciones una semana antes Los estudiantes ya dejaron las aulas día 4 de abril y no volverán a clase hasta el 19.

Las ceremonias para honrar a los muertos, que coinciden con nuestra Semana Santa, se han juntado con las innumerables fiestas de familias y empresas que se han empezado a celebrar con motivo del año nuevo. Por las tardes, cuando corre la brisa que hace soportables los más de 30 grados que se registran en esta época, miles de jóvenes salen a las calles y parques de todo el país para jugar. Es una tradición que viene de lejos. En una sociedad en la que hay poco contacto entre hombres y mujeres, y en donde aún resulta extraño ver una pareja cogidos de la mano, los juegos de esta época permiten, de manera excepcional, un contacto físico inusual. Son juegos tradicionales, de los que se hacen en corro, como el ratón y el ratón, estirar la cuerda, el pañuelo.. Muchos aprovechan para llenar bolsas de plástico con agua y, estratégicamente situados, lanzarlas a los motoristas, o al pasaje de carros, tractores y tuk tuks, habituales medios de transporte, que no pueden hacer nada para evitarlo. Los avisos del gobierno a acabar con esta práctica, que causa todos los años un buen número de accidentes, no parece disuadir a los jóvenes camboyanos.

Miles de personas se amontonan en las estaciones de autobuses y las paradas de taxis. Todos quieren pasar el año nuevo con sus familias, aunque ello suponga atravesar todo el país. El precio del transporte sube unos dólares durante estas fechas y en todos los hoteles se avisa a los clientes que los días 14, 15 y 16 el precio de la habitación también sube. Hay que aprovechar la llegada del nuevo año camboyano. Con este será el tercero que celebran este 2010. Y es que hay tantos chinos y vietnamitas en Camboya que todos se apuntan también al nuevo año chino, que se celebró en febrero.


Phom Penh

Al día siguiente, por la tarde, tomé un bus hacia Phom Penh. Me acompañó el profesor de agricultura que, de camino a su pueblo natal, paraba a visitar a unos amigos de la capital. Llegamos de noche, cenamos y nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente se presentó en mi hotel con una moto, decidido a mostrarme los lugares más interesantes, y de paso enseñarme, en vivo y en directo, como una moto se abre paso en la ciudad.

Visitamos el Palacio Real y la Pagoda de Plata, que se encuentra en el mismo recinto, Wat Phnom (...) y el Museo del Genocidio “Tuol Sleng”, en donde los khemeres rojos encerraron, torturaron y acabaron con la vida de centenares de miles de camboyanos. En solo tres años asesinaron a dos millones de personas, en un país de 7 millones de habitantes.




Eso sí, entre visita y visita pasamos por casa de sus amigos, comimos con ellos, hicimos una siesta, nos duchamos y seguimos la ruta.



Relax en Sihanouk Ville

Cansado del tráfico de la capital y el calor agobiante decido irme a descansar a la costa camboyana. Las referencias que tengo no son muy buenas: “nada que ver con las playas de Tailandia, turismo sexual...” Pero aún así decido comprobarlo por mi mismo. Sihanouk Ville es el lugar de referencia. Según todas las guías tiene las mejores playas de Camboya, kilómetros de arena blanca, islas vírgenes y templadas aguas tropicales.



Me monto en un tuk-tuk y me dejo llevar. Hasta ahora me ha salido bien. Me lleva al GST, una de las “guesthouse” que había marcado en mi guía atendiendo al precio, y que se encuentra en la playa de Ochheuteal, la más frecuentada por los mochileros. Me hospedo en un bungalow muy acogedor por 6 dólares. Buen restaurante, Internet, y la playa a 5 minutos. No hay más que cruzar la calle y tomar un pequeño camino sin asfaltar. A pie de playa, mil y un chiringuitos. Hamacas durante el día y cómodos sillones de bambú por la tarde y noche, ocupan toda la arena y los turistas pasan horas sentados, bebiendo, charlando y mirando al mar. Yo cenaré allí, con una pareja de Vic que llevan cinco meses dando la vuelta al mundo. Al final de la playa, y aprovechando la pendiente, existen varios hoteles de preciosos y lujosos bungaloes de madera, con terraza y vistas al mar, por 20 dólares.
El lugar no está mal. Ideal para los que buscan ambiente, marcha y, claro, los que quieren ligar. Los turistas lo tienen fácil. Uno de los inconvenientes del turismo en estos países tan pobres es el aumento de la prostitución. Una maestra gana 50 dólares al mes. Una prostituta puede sacarlos en una sola noche. La tentación es demasiado grande. El hecho es que, tal como me habían dicho, se ven muchos occidentales solitarios acompañados de preciosas muchachas camboyanas. Decido que ese no es el lugar que buscaba.


Para descansar necesito algo más tranquilo y lo encuentro unos kilómetros más al sur, en la playa de Otres. Nada que ver. Pequeños hotelitos con bungaloes de madera y paja encima mismo de la arena. Desde la ventana de mi habitación veo el mar, que tengo a 6 pasos, y las hamacas en donde me tumbo a tomar el sol y disfrutar de una brisa constante, que enseguida me hace olvidar el sofocante calor del norte. Kilómetros de playas de arena blanca, tranquilas, casi solitarias. Los precios oscilan entre los 8 y los 20 dólares, y no hay luz más que de 6 de la tarde a 11 de la noche, aunque algunos hoteles cuentan con Wi Fi gratuito.

Últimos días en Camboya


Kampot, una bonita ciudad colonial que da al río Kompong Bay, es mi último destino antes de volver a la capital. El objetivo es visitar el Parque Nacional de Bokor, una inmensa selva tropical que asciende montaña arriba, hasta una planicie en la que los franceses construyeron en los años 20 un “resort” turístico en el que refugiarse de la altas temperaturas tropicales de Camboya. La excursión resultó una auténtica decepción. Los chinos están construyendo en la cima una macro urbanización, la estrella de la cual es un gigantesco hotel-casino que atraerá miles de chinos. Para que el acceso sea rápido, fácil y seguro están construyendo una carretera que parece una autopista y que abre una colosal herida en plena naturaleza. Los camboyanos suben a cientos para hacer el picnic delante del antiguo hotel colonial… Aún no se porqué!



De vuelta en Phnom Penh me apresuro a pedir la visa para Vietnam. Y aprovecho los días de espera para visitar Choeung Ek, un lugar a 15 kilómetros de la ciudad en donde los khmeres rojos fusilaban y enterraban a todos los detenidos en la prisión de Tuol Sleng, y el Museo Nacional. Y como no, me pateo la ciudad arriba y abajo, viendo barrios y edificios emblemáticos, visitando diferentes proyectos y disfrutando de las primeras lluvias.


  
Antigua estación de trenes


Hotelitos con vistas al Lago Boeung Kak


 
 
Y con las primeras lluvias...

 
llega el caos...