dimecres, 30 de setembre del 1998

Singapur, Indonesia, Malasia y Tailandia 1998

Un paseo por el sudeste asiático
Del 6 de julio al 18 d’agost

Singapur
Indonesia: Pulau Bintan
Malasia: Johor Bahru, Melaka, Kuala Lumpur, Cameron Highlands, isla de Penang, Kota Bharu, Pasir Putch, Kuala Bessat, islas Perentian, Rantau Abang, Cherating, Tasik Chini.
Tailandia: Bangkok, Nakhon Pathon, Kanchanaburi (Rio Kwai), Pucket, isla de Phi-Phi, Hai Yai.

Singapur e Indonesia

Cuando aterrizo en Singapur ya es de noche. El vendedor de billetes me dice que los albergues por los que pregunto están cerrados. Me recomienda el “Green Courtains”. Pasamos justo por delante y allí me bajo. Es un hotelillo bastante sencillo, en la zona india de la ciudad.

En la calle, y debajo de un gran toldo se expone el cadáver de una abuelita de 80 años. Al lado, una mesa llena de frutas velas y otras ofrendas. Según me explica un familiar, puede estarse allí de tres a siete días, hasta que todos los miembros de la familia hayan pasado a verla.

Mientras camino por el mercado conozco a Marjan, una chica holandesa que está tomando un café. Quiere pisar Indonesia, pero no se atreve a ir ella sola. Me propone acompañarla y acepto. Me acompaña a ver a mi amigo Derick, un chico al que había conocido en Sydney. Comemos en China Town, en lo que allí llaman un “court food”, un lugar lleno de pequeñas paradas en donde se sirve todo tipo de comida.

Después de recorrer esta pequeñísima ciudad, el modernísimo distrito de negocios, la Litlle India, el río, el distrito colonial, el exclusivo Boat Quay, y probar una infinidad de platos, desconocidos y de nombres difíciles de recordar, salimos en barco hacia la isla de Pulau Bintan, en Indonesia.

Tanjun Pinang, la ciudad en la que abordamos, nos deja estupefactos. Extraños edificios de un amarillo chillón, casas de madera sobre pilares que salen del agua, y un montón de gente por todas partes. Es otro mundo. Enseguida conocemos un joven muy agradable que se ofrece a hacernos de guía. Nos lleva por todas partes y nos presenta a un montón de gente. Nos pasea por los mercados nocturnos, iluminados por lámparas que crean una atmósfera mágica.

Nos dormimos con el canto de la oración que sale del minarete que tenemos al lado del hotel.

Visitamos también la isla de Penyenget, un paraíso, un remanso de paz, sin coches, sin motos, y en donde las familias se sientan en el porche de su casa a disfrutar de la brisa marina. Todo el mundo nos sonríe y nos saluda y hasta nos dan a probar algunas frutas tropicales. Y en "Taksi" nos acercamos hasta la playa de Trikora.

Y este animalito tan simpático estaba atado a un tronco delante de una casa. No pude evitar acercarme. Tenía una mirada muy triste, supongo que por estar privado de libertad y no poder saltar por los árboles de la selva. Me acerqué lo suficiente como para que me agarrara una muñeca con la mano de una de sus patas. Me hizo gracia. Enseguida agarró la otra muñeca con la mano de la otra pata. Y cuando quise reaccionar ya fue demasiado tarde. Cogido como me tenía, llevó sus manos a mi cabeza, agarró mi pelo y empezó a estirar. Parecía que quería dejarme calvo. Empeze a gritar y los miembros de la casa salieron corriendo a socorrerme. Costó que me soltara, pero al final quedé libre. ¿No le gustó que le hiciera una foto, o quería vengarse por su falta de libertad... ?






Malasia



Después de la colonial Melaka llego a Kuala Lumpur. Pensaba quedarme un par de días. Según la guía no había muchas cosas que ver. Pero allí me esperaba Razif, un malé que había conocido diez años antes, mientras vivía en Londres. Enseguida me presenta a todos sus amigos, un director de teatro, una popular actriz de televisión, una de las cantantes más conocidas de Malasia, un fotógrafo y artista, un par de modelos internacionales… No puedo resistirme al glamour de aquella gente y me dejo llevar por su frenético ritmo de vida. Cenas, clubs nocturnos, conciertos, teatro…

Al décimo día decido que era hora ya de continuar. Me adentro en la selva, rumbo a Cameron Highlands y sus impresionantes plantaciones de te. Seguiré subiendo hacia Penang. Desde lo alto de una montaña a la que se asciende con funicular se tiene una vista espectacular de la isla. En un templo hindú hombres vestidos con una túnica como única prenda y mujeres bellísimamente vestidas y portando lámparas de aceite, celebran una fiesta. Desde aquí viajaré a Bangkok y después de 10 días en Tailandia regresaré a Malasia, pero ahora por la costa este.





Empiezo por Kota Bharu, la capital del estado de Kelantan, un feudo islámico en donde, por las noches, todo el mundo se concentra en plazas y parques para charlar hasta tarde, a falta de bares y discotecas. La ciudad es preciosa y la gente encantadora. Enseguida conozco unos muchachos que muy amablemente me hacen de guías. Seguiré hacia Pasir Putch y Kuala Bessat, en donde tomaré un barco para llegar a las islas Perentian, el Paraíso. Aguas prístinas y trasparentes en donde nadan las tortugas, pequeños bungaloes en la orilla, selva detrás, y una pequeña barca que conecta unas islas con otras.

Mucho más al sur, en Rantau Abang, permaneceré varios días, esperando que una gran tortuga se dignase a acercarse a la playa para poner sus huevos. Esperé infructuosamente que alguna de aquellas noches llamaran a la puerta de mi habitación para avisarme que el espectáculo había llegado. Seguirá Cherating, el tour a Tasik Chini, y de vuelta a Kuala Lumpur, antes de regresar a Singapur y tomar el vuelo hacia España.

Tailandia


Visitados los impresionantes templos de Bangkok, me dirijo a Nokhon Pathon, para ver su mercado flotante y después a la región de Kanchanburi para atravesar, a pie, el famoso Rio Kwai. Tras cuatro días en la capital vuelvo al sur, ahora hacia Pucket, en donde conoceré un chico de Singapur y dos de Japón. Juntos alquilaremos un coche y recorreremos la isla, visitando lugares tan interesantes como el “Gibbonn Rehabilitation Project”. Obviamente, también visitaremos la isla de Phi Phi para bañarnos en sus azules y limpias aguas.